Evangelio Diario y Meditación
Los hombres desfallecerán de miedo por lo que sobrevendrá al mundo, porque los astros se conmoverán.
+Santo Evangelio
Evangelio según San Lucas 21,20-28.
Jesús dijo a sus discípulos:
«Cuando vean a Jerusalén sitiada por los ejércitos, sepan que su ruina está próxima.
Los que estén en Judea, que se refugien en las montañas; los que estén dentro de la ciudad, que se alejen; y los que estén en los campos, que no vuelvan a ella.
Porque serán días de escarmiento, en que todo lo que está escrito deberá cumplirse.
¡Ay de las que estén embarazadas o tengan niños de pecho en aquellos días! Será grande la desgracia de este país y la ira de Dios pesará sobre este pueblo.
Caerán al filo de la espada, serán llevados cautivos a todas las naciones, y Jerusalén será pisoteada por los paganos, hasta que el tiempo de los paganos llegue a su cumplimiento.
Habrá señales en el sol, en la luna y en las estrellas; y en la tierra, los pueblos serán presa de la angustia ante el rugido del mar y la violencia de las olas.
Los hombres desfallecerán de miedo por lo que sobrevendrá al mundo, porque los astros se conmoverán.
Entonces se verá al Hijo del hombre venir sobre una nube, lleno de poder y de gloria.
Cuando comience a suceder esto, tengan ánimo y levanten la cabeza, porque está por llegarles la liberación».
+Meditación
Papa Francisco
Pensamos en el regreso de Cristo y en su juicio final, que manifestará, hasta sus últimas consecuencias, el bien que cada uno habrá realizado o habrá dejado de realizar durante su vida terrena, percibimos que nos encontramos ante un misterio que nos supera, que no conseguimos ni siquiera imaginar. Un misterio que casi instintivamente suscita en nosotros una sensación de miedo, y quizás también de trepidación. Pero si reflexionamos bien sobre esta realidad, esta sólo puede agrandar el corazón de un cristiano y ser un gran motivo de consuelo y confianza.
A este propósito, el testimonio de las primeras comunidades cristianas resuena muy sugerente. Estas solían acompañar las celebraciones y las oraciones con la aclamación Maranathá, una expresión constituida por dos palabras arameas que, según cómo sean pronunciadas, se pueden entender como una súplica: “¡Ven, Señor!”, o como una certeza alimentada por la fe: “Sí, el Señor viene, el Señor está cerca”. Es la exclamación con la que culmina toda la Revelación cristiana, al final de la maravillosa contemplación que se nos ofrece en el Apocalipsis de Juan. En ese caso, es la Iglesia-esposa que, en nombre de la humanidad, de toda la humanidad, y en cuanto su primicia, se dirige a Cristo, su esposo, deseando ser envuelta por su abrazo; un abrazo, e
l abrazo de Jesús, que es plenitud de vida y de amor. (Catequesis de S.S. Francisco, 11 de diciembre de 2013).
San Bernardo
(1091-1153), monje y doctor de la Iglesia. 2º sermón para la Ascensión
“El mismo Jesús que os ha dejado para subir al cielo, volverá como lo habéis visto marcharse” (Hch 1,11). Vendrá, dicen estos ángeles, de la misma manera. ¿Vendrá pues, a buscarnos con este cortejo único y universal, bajará precedido de todos los ángeles y seguido de todos los hombres para juzgar a los vivos y a los muertos? Sí, es totalmente cierto que vendrá, pero vendrá de la misma manera que subió al cielo, no tal como bajó la primera vez. En efecto, cuando vino la otra vez para salvar nuestras almas, fue en humildad. Pero cuando vendrá para sacar este cadáver del sueño de la muerte para “hacerle semejante a su cuerpo glorioso” (Flp 3,21) y llenar de honor esa vasija hoy tan débil, se mostrará en todo su esplendor. Entonces veremos, en todo su poder y majestad a aquel que antaño se escondió bajo la debilidad de nuestra carne…
Cristo, siendo Dios, no podía engrandecer, porque no hay nada más allá de Dios. Y, sin embargo, encontró el medio de crecer: descendiendo, viniendo para encarnarse, sufrir, morir para arrancarnos de la muerte eterna. “Por eso Dios lo exaltó (Flp 2,9). Lo resucitó y se ha sentado a la derecha de Dios. También tú, ve y haz lo mismo: no podrás subir si no comienzas por descender: “El que se enaltece será humillado; y el que se humilla será enaltecido” (Lc 14,11).
¡Dichoso será, Señor Jesús, aquel que sólo te tiene a ti por guía! Que podamos seguirte, nosotros que somos “tu pueblo y las ovejas de tu rebaño” (Sl 78,13), que podamos, por ti, ir hacia ti, porque tú eres “el camino, la verdad, la vida” (Jn 14,6). El camino por medio del ejemplo, la verdad por tus promesas, la vida porque eres tú nuestra recompensa. “Tú tienes palabras de vida eterna y nosotros sabemos y creemos que tú eres el Cristo, el Hijo del Dios vivo” (Jn 6,69;Mt, 16,16) y Dios más alto que todas las cosas, bendito por siempre jamás.
+Comunión Espiritual
De San Alfonso María de Ligorio
Creo, Jesús mío, que estáis realmente presente en el Santísimo Sacramento del Altar.
Os amo sobre todas las cosas y deseo recibiros en mi alma. Pero como ahora no puedo recibiros sacramentado, venid a lo menos espiritualmente a mi corazón.
(Pausa en silencio para adoración)
Como si ya os hubiese recibido, os abrazo y me uno todo a Vos. No permitáis, Señor, que jamás me separe de Vos. Amén.