Evangelio Diario y Meditación
Yo quiero misericordia y no sacrificios. Porque yo no he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores
+Santo Evangelio:
Evangelio según San Mateo 9,9-13.
Jesús, al pasar, vio a un hombre llamado Mateo, que estaba sentado a la mesa de recaudación de impuestos, y le dijo: «Sígueme». El se levantó y lo siguió.
Mientras Jesús estaba comiendo en la casa, acudieron muchos publicanos y pecadores, y se sentaron a comer con él y sus discípulos.
Al ver esto, los fariseos dijeron a los discípulos: «¿Por qué su Maestro come con publicanos y pecadores?».
Jesús, que había oído, respondió: «No son los sanos los que tienen necesidad del médico, sino los enfermos.
Vayan y aprendan qué significa: Yo quiero misericordia y no sacrificios. Porque yo no he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores».
+Meditación:
Meditación del Papa Benedicto XVI
Hay otra reflexión que surge de la narración evangélica: Mateo responde inmediatamente a la llamada de Jesús: «Él se levantó y lo siguió». La concisión de la frase subraya claramente la prontitud de Mateo en la respuesta a la llamada. Esto implicaba para él abandonarlo todo, en especial una fuente de ingresos segura, aunque a menudo injusta y deshonrosa. Evidentemente Mateo comprendió que la familiaridad con Jesús no le permitía seguir realizando actividades desaprobadas por Dios. Se puede intuir fácilmente su aplicación también al presente: tampoco hoy se puede admitir el apego a lo que es incompatible con el seguimiento de Jesús, como son las riquezas deshonestas. En cierta ocasión dijo tajantemente: «Si quieres ser perfecto, anda, vende lo que tienes y dáselo a los pobres, y tendrás un tesoro en los cielos; luego ven, y sígueme». Esto es precisamente lo que hizo Mateo: se levantó y lo siguió. En este «levantarse» se puede ver el desapego de una situación de pecado y, al mismo tiempo, la adhesión consciente a una existencia nueva, recta, en comunión con Jesús. Benedicto XVI, 30 de agosto de 2006.
Meditación San Ireneo de Lyon (c. 130-c. 208), obispo, teólogo y mártir
Contra las herejías, III, 11, 8-9
No puede haber un número más grande ni más pequeño de evangelios de los que tenemos. En efecto, puesto que por una parte, existen cuatro regiones, en el mundo en el cual existimos, y cuatro vientos principales, y por otra, la Iglesia está extendida por toda la tierra y tiene por « columna y sostén » (1Tm 3, 15) el Evangelio y el Espíritu de vida, es natural que haya cuatro columnas que soplan la inmortalidad por los cuatro lados y dan vida a los hombres. El Verbo, artífice del universo, sentado por encima de los querubines y que es quien sostiene todas las cosas (sl 79,2 ; Heb 1,3), cuando se ha manifestado a los hombres, nos ha dado un Evangelio en cuatro formas, y sostenido, sin embargo, por un único Espíritu. Cuando David imploraba su venida, decía : «Tú, que estás sentado sobre los querubines, muéstrate a nosotros» (sl 79,2). Porque los querubines, según Ezequiel, (Ez 1,6) son cuatro, y sus figuras son la imagen de la actividad del Hijo de Dios.
«Así está escrito, el primero de los vivientes se parece a un león » (Ap 4,7), que es lo que caracteriza el poder, la preeminencia y la realeza del Hijo de Dios; « el segundo se parece a un toro », lo cual manifiesta la función de sacrificador del sacerdote; « el tercero tiene un rostro parecido al de un hombre », lo cual quiere evocar con claridad su venida en la condición humana; « el cuarto se parece a un águila en pleno vuelo », lo cual indica el don del Espíritu volando sobre la Iglesia. Los evangelios según Juan, Lucas, Mateo y Marco están pues, de acuerdo con lo que simbolizan los cuatro vivientes sobre los que tiene su trono Jesucristo…
Estos mismos trazos se encuentran en el mismo Verbo de Dios : hablaba según su divinidad y su gloria en los patriarcas que han existido con anterioridad a Moisés; asignaba una función sacerdotal y ministerial a los hombres que han vivido bajo la Ley; seguidamente, se hizo hombre por nosotros; finalmente ha enviado el don del Espíritu sobre toda la tierra, acogiéndonos así bajo sus alas (sl 16,8)… Los que refutan la forma bajo la cual se presenta el Evangelio e introducen, ya sea un número mayor o menor de figuras de las que ya existen en el Evangelio, son inútiles, ignorantes y presuntuosos.
+Comunión Espiritual:
De santa Margarita Mª Alacoque
“Dios mío, te adoro oculto en esta sagrada Hostia. ¿Es posible que te hayas reducido a tan humilde morada, para venir a mí y permanecer corporalmente conmigo?
Los cielos son indignos para alojarte!, y ¿te contentas, para estar conmigo siempre, con estas pobres especies? ¡Bondad inconcebible!
¿Podría yo creer esta maravilla si Tú mismo no me la asegurases?
¡Oh Dios de la majestad, pero también Dios del amor!v¡Que no sea yo todo entendimiento para conocer esta misericordia, todo corazón para agradecerla, toda lengua para publicarla!
Tú, oh Dios de mi corazón, me has creado para ser objeto de tu amor infinito
¿cómo puedo no desear poseerte? Te abro mi corazón, te ofrezco mi pecho, mi boca y mi lengua para que vengas a mí.
Ven, ven, divino Sol mío. Ven, Médico caritativo de mi alma. Ven, Jesús, el más fiel, el más tierno, el más dulce y más amable de todos los amigos, Ven a mi corazón.”