Curaciones milagrosas en Parroquia de Paris

Curaciones milagrosas en Parroquia de Paris

21 de mayo de 2015 Desactivado Por Regnumdei

Un templo de París reúne a 1.200 personas para orar por los que sufren… y suceden grandes milagros

Álvaro de Cárdenas / ReL

Cada jueves en la Parroquia de  Saint Nicolas des Champs, de París, el Señor visita a su Pueblo con su fuerza de salvación, como lo hizo hace 2.000 años, obrando multitud de sanaciones. Hay curaciones de depresión, de esquizofrenía, de cáncer, migrañas, problemas de corazón, de huesos, de espalda, de estómago… Más de 1.200 personas se agolpan en el templo para recibir grandes gracias…

Una oración por lo que sufren

Lo hace durante la «Oración por los que sufren«, que se se hace en la Parroquia. Esta oración es precedida por una hora y media de adoración personal, en silencio, y por la meditación y recitación de los misterios del Santo Rosario.

Peticiones y rogativas para presentar al Señor

A las cinco de la tarde el Santísimo Sacramento es expuesto para la adoración de los fieles, que llenan el templo. Hasta el inicio de la «Oración por los que sufren» van llegando más y más fieles. A los lados de los escalones para subir al altar, dos cestos disponen de hojitas cortadas y de bolígrafos para que los fieles escriban sus peticiones y se las presenten al Señor. Delante de la custodia que expone al Señor, también debajo los escalones de acceso al altar, un cesto grande recoge las peticiones que los fieles escriben y dejan a los pies del Señor. Según van llegando los fieles al templo, se acercan a los cestos con las hojitas, escriben sus peticiones, y las dejan a los pies de Jesús.

Adoración en silencio

Los fieles adoran al Señor en medio de un profundo silencio lleno de Su Presencia, mientras El, tambi
én en el silencio, siembra Su palabra en el corazón de sus adoradores, en el silencio de su adoración.

Un Rosario por los que sufren

A las 17.30 comienza el rezo del Santo Rosario. Se comienza expresando las intenciones generales por las que se ofrece el Rosario: la Iglesia, el Papa y los Obispos, los sacerdotes y consagrados, las vocaciones sacerdotales, la familia, en particular las que han sufrido o están sufriendo, los niños y los jóvenes, los enfermos, la paz en el mundo, y aquellos que no conocen el Amor de Dios.

Luego se introducen los misterios del Santo Rosario con algún versículo del Evangelio, una brevísima meditación, una petición dirigida al Señor, relacionada con el misterio contemplado, terminando la presentación del Misterio ofreciéndolo por una intención. Después de cada decena de Aves María se canta el «Gloria Patri«.

Intercesión de la Virgen

Concluidos los 5 misterios, se reza tres veces la jaculatoria pedida por la Virgen a la Iglesia, al confiar a Santa Catalina Laburé la Medalla Milagrosa: «¡Oh María, sin pecado concebida, rogad por nosotros que recurrimos a ti!».

Por último se invoca la intercesión de la Virgen de Lourdes, de Norte Dame de Laús, y la de algunos santos franceses como Santa Bernardette Suvirus, y algunos otros.

Confesiones masivas

Mientras los fieles adoran al Señor y rezan el Rosario, los sacerdotes escuchan en confesión a los penitentes que quieren reconciliarse con Dios, con la Iglesia, y con sus hermanos.

Activa participación de los seglares

Tras el Rosario, el párroco recibe en la Sacristía al equipo que organiza con él la celebración: unas 40 personas. Cada una de ellas realizará diferentes servicios durante la oración: unas 10 acogen a los fieles y les reparten las hojas con los cantos; otros 20 o 30, con carisma de intercesión o no,  estarán intercediendo por los enfermos durante la oración; 5 o 6 ejercerán el carisma de «Palabra de conocimiento«, anunciando las sanaciones que el Señor hará; otros muchos ayudan a guardar el orden, y atienden discretamente a los que reciben el «reposo en el espíritu»; otros acompañarán la oración con el canto y la música; un ultimo grupo, recibirán al final de la celebración a los fieles que han sido visitados por el Señor con alguna sanación, para recoger sus testimonios y confirmar sus sanaciones.

Los fieles continúan mientras adorando al Señor hasta las 18.20, en que un canto, y la reserva del Santísimo, cierran la adoración.

Oración por lo que sufren

Entonces, el sacerdote que va a dirigir la «Oración por los que sufren», reza en voz baja por el grupo de los servidores que le ayudan durante la oración, pidiendo para ellos el Espíritu Santo.

Más de 1.200 asistentes

A las 18.30 comienza la vigilia de oración. Hay capacidad para 800 sentados, pero todos los laterales están llenos de gente de pie. Empezó con unas cuantas personas, pero el boca a boca, a través del testimonio de los que participaban, ha hecho que lleguen a unos 1.200 asistentes.

La asamblea que participa está formada por personas que sufren en su cuerpo a causa de la enfermedad, afectivamente, por las faltas de amor que recibieron, psicologicamente, por heridas de la vida, o que sufren espíritualmente.

Invitación a abrir el corazón a Jesús

Un seglar, delante del altar, saluda a todos, en especial a los que vienen por primera vez, los invita a abrir el corazón a Jesús, que se va a hacer presente durante la oración. Les dice: «Jesus quiere encontrarse con cada uno de nosotros. Nosotros queremos que esta noche nos visite, nos santifique, nos libere y nos sane. Nosotros, únicamente, hemos de abrir el corazón a Él, y acoger su bondad y su ternura». Termina su exhortación invitando a saludarse unos a otros, y a ayudarse unos a otros a abrirse al Señor diciéndose mutuamente: «Acoje la bondad y la santidad de Dios».

Cantos de alabanza

Empieza la celebración con quince minutos de cantos de alabanza, intercalados por oraciones de alabanza y petición dirigidas al Señor, pidiéndole que se haga presente con su Gloria, con su Amor, con su ternura, con su poder, haciendo de nuevo maravillas por su Pueblo. Son cantos que hablan de la luz, que es el Espíritu Santo. «Alabar juntos al Señor, adorarle, -dice el sacerdote que preside- ya es una bellísima luz, también aunque no sepamos cantar bien».

Que entre la luz del Señor en nuestra vida

Se proclama el salmo 6 para que la luz del Señor, entre en nuestra vida. Después el sacerdote dirige una palabra a la asamblea.

«Este salmo -dice el P. Thierry Avalle que preside la oración- es una experiencia de gozo, de alegría, de luz, en medio de las pruebas».

«Las pruebas de la vida -continúa el sacerdote-  son una oportunidad para buscar a Dios, para acercarnos a Él, para encontrarle. De este modo nos permiten unirnos a Él».

«En la prueba -continua el sacerdote, cuando parece que Dios no nos escucha, que no nos hace caso,  el salmo nos da una palabra para que en nuestra oscuridad, en nuestra soledad, en nuestra  angustia y ansiedad, podamos dirigirnos a Él«.

Dios no nos abandona

Y continúa dando una palabra de consuelo y de esperanza a la asamblea, saliendo al paso de la idea que viene en el sufrimiento de que Dios nos ha abandonado: «A veces la prueba es una corrección. Porque de modo inmediato pensamos que Dios es indiferente a nuestro sufrimiento, a nuestra soledad, que no oye nuestra súplica. También Jesús pasó por esto, haciendo suya nuestra soledad y nuestro abandono, en su grito desde la cruz: ‘Dios mio, Dios mio, ¿por qué me has abandonado?

Y recuerda la oportunidad escondida en las pruebas: «las pruebas espirituales o físicas son una maravillosa oportunidad de descubrir su Amor y su consuelo, y de profundizar nuestra relación con Él. La sanación es una resurrección, a la espera de nuestra resurrección definitiva».

Confianza en la acción salvadora de Dios

El sacerdote termina sus palabras de consuelo invitando a todos a abrirse confiadamente a la acción salvadora de Dios,  -como el salmista- suplicando la sanación: «También nosotros podemos dirigirnos a Él y decirle: ‘Tengo miedo, Señor, estoy agotado, me siento triste, te necesito. Por eso me dirijo a Ti, desde el fondo de mi corazón, y te grito: ¡Señor, ven a mi! ¡Sáname!».

El misterio de la muerte

El celebrante ilumina el misterio de la muerte, termino final de nuestra vida, con una palabra llena de esperanza: «Después de la muerte creemos que algo mucho más grande y maravilloso nos espera. La fe nos dice que la muerte no existe, que es solo el paso a la vida plena y definitiva. La verdadera muerte es estar separados de Dios. Santa Teresita, a las puertas de la muerte, dijo: ‘no muero, entro en la vida’. Es la vida en plenitud que nos aguarda».

Si sufrimos seremos consolados

Y anuncia la esperanza del que sufre: «Las Bienaventuranzas, que proclamamos el día de Todos los Santos, nos hablan de la dicha del que sufre. Sabemos que si sufrimos seremos consolados. Todas las oraciones movidas por el dolor y el sufrimiento que aparecen en la Biblia terminan en una oración llena de esperanza. En ese acto de fe y esperanza recibimos el consuelo de Dios. Cuando decimos: ‘sé que estas conmigo y que me amas’, viene el consuelo a nuestro corazón, y la paz«.

Testimonio de personas que fueron sanadas

Después de estas palabras el celebrante lee tres testimonios de personas que fueron sanadas por el Señor durante la vigilia de oración. A continuación, dirige una breve invitación a los fieles a abrir el corazón ante la Presencia del Señor que se va a hacer presente en el Santísimo Sacramento.

El diacono vuelve a exponer al Señor. Después de un momento de adoración, pasea a Jesús en medio de la asamblea dando la bendición a los fieles por grupos pequeños. Mientras, las personas que han recibido el carisma de palabra de conocimiento, anuncian las sanaciones que el Señor está realizando entre los fieles.

Se intercalan algunos cantos de adoración, y oraciones de alabanza, de acción de gracias y de petición al Señor, y se continúa anunciando nuevas sanaciones.

Milagros y curaciones que vienen del Señor

El Señor sana muchas enfermedades, cáncer, migrañas, problemas de corazón, de huesos, de espalda, de estómago, depresiones,… muchísimas, y también libera de vicios, dependencias, y espíritus de pecados como envidia, mentira, …. Escuchamos maravillados las sanaciones que se anuncian.

El Señor también habla…

A través de una palabra de conocimiento, el Señor llama, a uno que estaba pensando bautizarse, a no tener miedo y continuar con su decisión.

A las 19.30 se concluye la adoración con un canto final, la bendición con el Santísimo, y la reserva.

Termina con un canto a la Virgen, encomendándola las familias, los enfermos, los cristianos perseguidos, y todos los que sufren.

Sanaciones notorias y médicos que las verifican

Antes de marcharse, los que reciben sanaciones son invitados a encontrarse con las personas designadas para  escucharles y recoger los testimonios de sus sanaciones. En las sanaciones más notorias se les lleva a algún médico de la Comunidad de l´Emmanuel para que verifiquen la sanación.

Al salir de la oración, todos los asistentes podrían exclamar, como los galileos que estuvieron con Jesús y vieron sus milagros: «nunca hemos visto nada igual«.

Un cura joven y teólogo

El sacerdote que la dirige, el P. Thierry Avalle, es un sacerdote de unos 40 años, bastante reconocido en la diócesis de París, profesor en la Facultad de Teología de la Escuela Catedral, y vicario parroquial en Saint Nicolas des Champ.

Empezó con este ministerio, cuando aún no era sacerdote, ni sabía que existían los carismas. Cuando el párroco de la parroquia a la que le destinaron, confiada por el Arzobispo de París a la Comunidad de l´ Emmanuel, le encargó la dirección de la «Oración por los que sufren», incorporó estos carismas, y formó al equipo que dirigía la oración.

Comenzó todo con un pequeño grupo de fieles

Al principio venía solamente un grupo de fieles, pero desde que las personas sanadas dan testimonio durante la oración, o se leen algunos testimonios de sanaciones recibidas en ella, ha ido creciendo más y más. 

Este sacerdote tiene la habilidad pastoral de conducir con prudencia la oración, evitando sensacionalismos y exageraciones.

Con el apoyo de la diócesis

El año pasado, el Obispo auxiliar de París quiso acompañar con su oración a los enfermos que asisten, presidiend
o la oración.

Además, este sacerdote, por encargo del exorcista de la diócesis, que ante la dificultad de atender todos los casos que le llegan ha pedido a otros sacerdotes que le ayuden, realiza oraciones de liberación cuando es necesario, pero fuera del contexto de la oración por los enfermos.