
El Vaticano en la ONU
La dignidad de la mujer y la protección de la vida, un compromiso indivisible.
Con ocasión del trigésimo aniversario de la Conferencia de Beijing, la Santa Sede reafirmó su posición sobre el papel y la dignidad de la mujer en la sociedad y en la comunidad internacional.
El Arzobispo Paul Gallagher, Secretario para las Relaciones con los Estados, se dirigió a la audiencia, recordando que el reconocimiento de la igualdad de la mujer es inseparable del respeto a toda vida humana, desde la concepción hasta la vejez. Este fue un llamado contundente y contracorriente, especialmente ante las Naciones Unidas, donde el debate sobre políticas para la mujer a menudo se centra en soluciones que la Iglesia considera incompatibles con la defensa de la vida. Gallagher reiteró firmemente que el auténtico progreso social se mide por la capacidad de proteger a los más vulnerables, no por la adopción de atajos que terminan perjudicando precisamente a quienes buscamos proteger.
La dignidad femenina nace de la protección de la vida.
En su discurso en Nueva York, el arzobispo Gallagher enfatizó que la igualdad de género no puede ser auténtica si no se fundamenta en el respeto universal a la dignidad humana. « El derecho a la vida es el fundamento de todos los demás derechos », afirmó, instando a los países miembros a cumplir los compromisos asumidos en 1995 con la Declaración de Beijing.
El representante de la Santa Sede destacó la necesidad de fortalecer los sistemas de salud para las embarazadas, enfatizando que, si bien la mortalidad materna ha disminuido desde 1990, el progreso se ha estancado en los últimos años . Según Gallagher, es necesario invertir en atención prenatal, parteras cualificadas e infraestructura médica accesible para todos, evitando recurrir a lo que él llamó «soluciones falsas», como el aborto.
No se trata, aclaró, de oponerse a las mejoras en la condición de las mujeres, sino de rechazar enfoques que puedan generar nuevas formas de discriminación. Insta a los Estados a orientar sus políticas hacia lo que realmente promueve la dignidad y la igualdad , en lugar de alimentar las divisiones con decisiones que no benefician a las mujeres.
Gallagher recordó que, en muchas partes del mundo, las mujeres siguen enfrentándose a graves limitaciones : salarios más bajos que los hombres, obstáculos para acceder a la educación o su exclusión, y mayores tasas de pobreza extrema. Todos estos factores les impiden alcanzar su máximo potencial y siguen representando un desafío constante para la comunidad internacional.
Una parte central del discurso se dedicó a la tragedia de la violencia contra las mujeres y las niñas. El arzobispo calificó la prevalencia del abuso en diversos contextos como «profundamente alarmante».
Violencia e injusticia: una emergencia global
Una parte central del discurso se dedicó a la tragedia de la violencia contra las mujeres y las niñas. El arzobispo calificó de » profundamente alarmante » la prevalencia del abuso en diversos contextos, desde la violencia doméstica hasta la trata de personas, desde los conflictos armados hasta las crisis humanitarias. «Dondequiera que ocurra», denunció, «es una afrenta a la dignidad de las mujeres y una grave injusticia».
La tecnología, observó, se está convirtiendo en un nuevo terreno para el abuso y la explotación, exacerbando las vulnerabilidades existentes. Pero la violencia no se limita al abuso sexual o la trata: Gallagher recordó las prácticas de selección prenatal del sexo y el infanticidio femenino , flagelos que siguen causando millones de » niñas desaparecidas » cada año, a pesar de estar condenados en la propia Declaración de Beijing.
El representante de la Santa Sede reiteró con fuerza que ninguna forma de violencia contra la mujer puede ser tolerada y que la comunidad internacional tiene el deber de actuar con decisión para combatirla.
El mensaje final fue claro: el verdadero progreso en la defensa de los derechos de las mujeres no puede ignorar la protección de la vida y la promoción de la dignidad de cada persona. Solo así será posible construir una sociedad en la que las mujeres puedan expresar plenamente su valor y contribuir, en igualdad de condiciones, al bien común.
Gallagher: la tecnología no puede sustituir el juicio humano