
Sor Patrocinio, la Monja de las Llagas
Estando aún en el noviciado (sor Patrocinio) se la imprimió una llaga en el costado izquierdo
MARÍA DE LOS DOLORES Y PATROCINIO (Quiroga y Capopardo)
Nació en Venta del Pinar – San Clemente (Cuenca) el 27 de abril de 1811, y murió en Guadalajara el 27 de enero de 1891.
Religiosa española, más conocida por el sobrenombre de Sor Patrocinio, que fue muy popular en la corte de España durante el reinado de Isabel II, nacida por el año 1809 y muerta en Guadalajara el 27 de enero de 1891. Descendía de una familia de hidalgos gallegos, cuyos bienes de fortuna eran muy escasos. Ingresó María Rafaela en un convento de monjas franciscanas, y en 1835 era religiosa concepcionista del convento de Madrid llamado del Caballero de Gracia.
Diéronle fama algunos pretendidos milagros, divulgados con celo más indiscreto que prudente, y no faltó quien quiso sacar partido de ellos en pro de la causa del príncipe don Carlos, hermano de Fernando VII, que entonces sostenía la guerra civil. El ministro de Gracia y Justicia se creyó obligado a excitar el celo del juez de primera instancia, Manuel Cortázar, para que procediera a formar la correspondiente sumaria. De las declaraciones que se tomaron resultó «que entre los milagros más de bulto que se han divulgado de ella (sor Patrocinio), fue uno el de que, habiéndola sacado una noche el diablo de su celda, la llevó al camino de Aranjuez, en donde le hizo ver que María Cristina era una mala mujer en todo sentido, y que su hija no era ni podía ser reina de España; que en seguida la hizo ver, desde el puerto de Guadarrama, otra porción de picardías de igual especie, y que después de tan peregrina misión, la restituyó a su convento…». Una religiosa, la madre vicaria, declaró «que estando aún en el noviciado (sor Patrocinio) se la imprimió una llaga en el costado izquierdo; que esto sucedió una tarde estando en oración con la que declara; que al verificarse la impresión dio un quejido doloroso que llamó la atención de la declarante; pero ella no manifestó hasta algunos días después la llaga, origen de aquel quejido; que pasando algunos meses, estando una siesta orando en la Cruz, se le imprimieron las otras cuatro llagas».
El 21 de Enero de 1836, en presencia de algunos personajes entre los que figuraban los gobernadores civil y militar, el teniente vicario eclesiástico Francisco de la Macorra, el capellán de las Arrepentidas Esteban Antón Herrera, y tres médicos, respondió sor Patrocinio: que era «exacto, cierto y constante, así el estado en que la hallaron dichos señores profesores el 9 de noviembre, como el en que se encontró a resultas de su plan curativo el 17 de diciembre, sin que desde entonces acá haya vuelto a observar cosa ninguna en las partes o sitios de su cuerpo en que estuvieron aquellas llagas, y así que se hallaba enteramente curada de ellas y sana a toda su satisfacción».

En la sentencia dictada por el Juzgado el 25 de noviembre de 1836 se leía lo siguiente: «Que en atención a resultar legalmente acreditado por sor María Rafaela del Patrocinio [que] se prestó a la impostura y artificio de la impresión de las llagas que había sufrido, cuyo origen natural se ha intentado atribuir a milagro del Altísimo, no debiéndola servir de total excusa la seducción y hasta violencia moral a que atribuye su consentimiento, pues debió resistirse al fraude y dar en su caso cuenta a la superioridad competente; y teniendo también en consideración su arrepentimiento y franqueza, con que ha contribuido al descubrimiento de la verdad, en justa satisfacción del gobierno de Su Majestad y saludable desengaño del público, la debía condenar y condena a que sea trasladada, con la decencia, seguridad y recato debidos a su estado, a otro convento que se halle al menos a distancia de 40 leguas de esta corte (y que en lo posible sea de su misma orden), encargando a la abadesa o superiora ejercite sobre aquélla la vigilancia que corresponde, para evitar que recaiga en excesos iguales o parecidos a los que han motivado la formación de esta causa…».
Este fallo fue reformado por la Audiencia de Madrid en la forma siguiente: «Fallamos que debemos condenar y condenamos a las referidas sor María Rafaela, sor María Benita y sor María Josefa, a que sean trasladadas a distintos conventos de rigurosa observancia de su orden, en diversos pueblos, a 15 leguas lo menos de Madrid, donde vivan religiosamente, sin poder ejercer cargo alguno de autoridad y gobierno, y a este fin quedarán a disposición del Excmo. e Ilmo. Sr. Arzobispo electo gobernador de Toledo, a cuyo distinguido celo y patriotismo encargamos disponga lo conveniente; pero que estas religiosas se mantengan bajo especial vigilancia de sus prelados, y dirigidas sus conciencias por sacerdotes virtuosos, prudentes y de conocida adhesión a la justa causa nacional, que las imbuyan en máximas de verdadera virtud y religión, separándolas de las ilusiones, imposturas y fatuidades en que resultan haber incurrido, de que las apercibimos se abstengan, singularmente en cuanto diga tendencia o asuntos corporales y políticos, pues, de lo contrario, serán castigadas con mayor rigor, sin contemplación a la debilidad de su sexo y condición, y a las malignas influencias de que se han dejado llevar…».
Olózaga, que entonces era gobernador de Madrid, cuidó de que se cumpliera dicha sentencia; y sor Patrocinio, vestida en traje seglar, fue conducida a Talavera de la Reina y entregada a la superiora del convento de la Madre de Dios de dicha población. Durante algunos años no volvió a hablarse de ella, pero volvió después a la corte, instalándose en el convento de Jesús. En esta segunda estancia en Madrid trató sor Patrocinio con Isabel II y su esposo don Francisco, llegando a ser nombrado gentilhombre y jefe civil del cuarto del rey un hermano de sor Patrocinio.
Los escritores de la extrema izquierda liberal dicen que era tal el influjo de la religiosa, que logró derribar del poder al general Narváez, constituyéndose el llamado ministerio Relámpago por haber durado solamente veinticuatro horas. Al recuperar el poder, Narváez hizo que se hiciera efectiva nuevamente la sentencia que pesaba sobre sor Patrocinio, desterrándose a ésta a Talavera de la Reina. Por haber caído nuevamente Narváez del poder (1851), se atribuyó a sor Patrocinio tal caída. Cuando Juan Bravo Murillo formó gobierno, influyó con el nuncio de Su Santidad para que sor Patrocinio fuera enviada a Roma. No permaneció la religiosa mucho tiempo en la Ciudad Eterna, ya que regresó a España poco después. Cuando sobrevino la revolución (1868), sor Patrocinio huyó de España, y los conventos de su orden fueron clausurados. Usando su nombre seglar de Rafaela Quiroga, viajó entonces por el extranjero, habiéndosela visto particularmente en París, en donde la socorrió Isabel II, y en Roma.
Al sobrevenir la Restauración, regresó a España sin aparato alguno, pues puso especial interés en pasar inadvertida, lo que hizo suponer a algunos que había muerto. Instalóse en el convento de la Concepción de Guadalajara, en el que acabó sus días en la fecha antes citada. Fue absoluta la prohibición de comunicar noticia alguna sobre la difunta, cumpliéndose esta orden con extremada escrupulosidad.
Fue sor Patrocinio de constitución muy robusta y de carácter sumamente enérgico, a pesar de que su rostro aparentaba mucha dulzura. Siempre llevaba puestos unos mitones negros, que hizo célebres la caricatura, y con los cuales, según se dijo, fue amortajada. Supo aprovechar la elevada influencia de que gozó para favorecer a los pobres y desvalidos y fundar conventos en Madrid y en los Reales Sitios. Hubo sin duda en la vida de sor Patrocinio hechos imprudentes e indiscretos, pero es lo cierto que, ni su virtud, ni su honradez, jamás sufrieron mengua alguna. El pueblo la llamó siempre la monja de las llagas.
[Enciclopedia universal ilustrada europeo-americana. Tomo XLVIII. Barcelona, Hijos de J. Espasa, 1922)