Santa Teresa de Ávila, «Enamorada del Señor»
Teresa de Jesús insiste a sus hijas que no se dejen engañar por nadie que trate de mostrarles otro camino distinto que el conocimiento de Cristo, y Éste, como san Pablo, crucificado.
Cristo en su humanidad, en la sencillez escandalosa de Nazaret o de la carne llagada, escarnecido y flagelado en la pasión, colgado en la cruz.
Dice el Papa en este mensaje: «Enamorada del Señor, esta preclara mujer no ansió sino agradarlo en todo. En efecto, un santo no es aquel que realiza grandes proezas basándose en la excelencia de sus cualidades humanas, sino el que consiente con humildad que Cristo penetre en su alma, actúe a través de su persona, sea Él el verdadero protagonista de todas sus acciones y deseos, quien inspire cada iniciativa y sostenga cada silencio». En ello, en vivir así, va la verdadera sabiduría, la que hace posible una vida nueva para tiempos nuevos. Teresa de Jesús nos descubre la fuente de su sabiduría, del verdadero saber de todo hombre: «El Señor fue siempre mi Maestro». El mismo Jesús se le apareció en una ocasión y le dijo: «No tengas pena que yo te daré el libro vivo». Jesucristo, en efecto, con su presencia viva y su amor, con su Evangelio, fué el «libro vivo» de Santa Teresa, la fuente de su sabiduría. Por eso ella podía exclamar: «Su Majestad ha sido el libro verdadero donde he visto las verdades. ¡Bendito sea tal libro, que deja imprimido lo que se ha de leer y hacer, de manera que no se pueda olvidar».
Teresa de Jesús insiste a sus hijas que no se dejen engañar por nadie que trate de mostrarles otro camino distinto que el conocimiento de Cristo, y Éste, como san Pablo, crucificado. Cristo en su humanidad, en la sencillez escandalosa de Nazaret o de la carne llagada, escarnecido y flagelado en la pasión, colgado en la cruz. Todo empeño en otra dirección que la humanidad de Jesucristo es vano para llegar a las fuentes del amor misericordioso o alcanzar la perfección. Para santa Teresa y sus hijas, Cristo es el centro de sus enseñanzas, de su oración y de su vida entera.
Para Santa Teresa, como para toda la fe cristiana, el encuentro con la humanidad de Jesucristo, la contemplación de esta humanidad, el recuerdo amoroso de la humanidad de Jesús es imprescindible y ha de estar siempre presente en la vida espiritual, porque siempre es en Él como únicamente podemos estar en Dios y abismarnos en El: «Es gran cosa, decía la Santa, mientras vivimos y somos humanos, traerle humano». «Veía que, aunque era Dios, que era hombre, que no espanta de las flaquezas de los hombres. Es muy buen amigo, porque le miramos hermano, y vémosle con flaquezas y trabajos, y es compañía». «Y veo yo claro, añadía la Santa, y he visto después que, para contentar a Dios y nos haga grandes mercedes, quiere sea por manos de esta Humanidad sacratísima, en quien dijo su Majestad se deleita. Muy, muy muchas veces lo he visto por experiencia; hámelo dicho el Señor; he visto claro que por esta puerta hemos de entrar, si queremos nos muestre la soberana Majestad grandes secretos». Es la puerta de su humanidad, de sus llagas y costado abierto. «¡Qué horizontes de familiaridad con Dios, decía el Beato Juan Pablo II en su visita a Ávila, nos descubre Teresa en la humanidad de Cristo! ¡Con qué precisión afirma la fe de la Iglesia en Cristo, que es verdadero Dios y verdadero hombre! ¡Cómo lo experimenta cercano, ‘compañero’, en el Santísimo Sacramento!» (Juan Pablo II).
«Puede representarse, aconseja Teresa de Jesús, delante de Cristo y acostumbrarse a enamorarse mucho de su sagrada Humanidad y traerle siempre consigo y hablar con Él, pedirle para sus necesidades y quejársele de sus trabajos, alegrarse con Él en sus contentos y no olvidarle por ellos, sin procurar oraciones compuestas, sino palabras conforme a sus deseos y necesidad. Es excelente manera de aprovechar y muy en breve, y quien trabajare en traer consigo esta preciosa compañía y se aprovechare mucho de ella y de veras cobrare amor a este Señor a quien tanto debemos, yo le doy por aprovechado».
Hay que añadir, como señala Benedicto XVI en el Mensaje citado, que «dejarse conducir de este modo por Cristo solamente es posible para quien tiene una intensa vida de oración. Esta consiste, en palabras de la Santa abulense, en «tratar de amistad, estando muchas veces a solas con quien sabemos nos ama». La reforma del Carmelo, cuyo aniversario nos colma de gozo interior, nace de la oración y tiende a la oración. Al promover un retorno radical a la Regla primitiva, alejándose de la Regia mitigada, Santa Teresa de Jesús quería promover una forma de vida que favoreciera el encuentro personal con el Señor, para lo cual es necesario ponerse en soledad y mirarle dentro de sí, y no extrañarse de tan buen huésped. El monasterio de San José nace precisamente con el fin de que sus hijas tengan las mejores hallar a Dios, y entablar una relación profunda e íntima con Dios», que ahí está el secreto de la oración que tanto necesitamos, para que haya «amigos fuertes de Dios», que son los que caminan el mundo. Esta es la gran cátedra del convento de San José, de Ávila, la de Santa Teresa, de quien hay tanto que aprender, en estos «tiempos recios», no más que los de entonces.
Antonio Cañizares
Cardenal