San Luis Martin y Santa Celia Guérin
“…Brillad como estrellas en el mundo, manteniendo en alto la palabra de vida” ( Flp 2,15d-16a)
por el Cardenal José Saraiva Martins
Homilía de la misa de Beatificación de los esposos Luis y Celia Martin
Queridos hermanos en el Episcopado y en el Sacerdocio, distinguidas autoridades, queridos peregrinos, hermanos y hermanas en Cristo.
“Dignos del cielo”
Teresita escribía en Historia de un alma :”Perdóname, Jesús mío, si digo desatinos al querer expresarte mis deseos, mis esperanzas que rayan el infinito.¡¡¡perdóname y cura mi alma dándole lo que espera… !!! (Ms B 2vº) Jesús siempre escuchó los deseos de Teresita. Incluso se mostró generoso desde antes de su nacimiento ya que, como escribe ella misma al abate Bellière- algo que muchos conocen y guardan en su memoria- :” Dios me ha dado un padre y una madre más dignos del cielo que de la tierra”(Carta 261).
Acabo de terminar el rito de la Beatificación por el cual el Santo Padre ha inscrito conjuntamente a los esposos Martin en el libro de los Beatos. Es un acontecimiento de primera magnitud esta Beatificación de Luis Martin y Celia Guerin, a los que Teresa definió como “padres sin igual, dignos del cielo, tierra santa, impregnada de un perfume virginal (Ms A).
Mi corazón da gracias a Dios por este testimonio ejemplar de amor conyugal, capaz de estimular en los hogares cristianos la práctica integral de las virtudes cristianas, como estimuló el deseo de santidad en Teresita.
Cuando leía la Carta Apostólica del Santo Padre, pensaba en mi padre y en mi madre y quisiera que, en este momento, vosotros penséis también en vuestro padre y en vuestra madre y que todos juntos demos gracias a Dios por habernos creado y hecho cristianos por medio del amor conyugal de nuestros padres. Recibir la vida es una cosa maravillosa pero, para nosotros, es más admirable aún que nuestros padres nos hayan conducido a la iglesia que es la única capaz de hacer cristianos. Nadie puede hacerse cristiano a sí mismo.
Hijos de la tierra de Normandía, un don para todos
Entre las vocaciones a las que los hombres son llamados por la Providencia, el matrimonio es una de las más nobles y elevadas. Luis y Celia comprendieron que podían santificarse no a pesar del matrimonio, sino a través, en y por el matrimonio y que sus esponsales debían ser considerados como el punto de partida de un camino recorrido por los dos. Hoy, la Iglesia no admira solamente la santidad de estos hijos de la tierra de Normandía, un don para todos, sino que se mira en esta pareja de Beatos que contribuyeron a que el matrimonio dentro de la Iglesia fuese más bello y profundo. La Iglesia no admira sólo la santidad de su vida, sino que reconoce en esta pareja la santidad eminente de la institución del amor conyugal, tal como lo concibió el mismo Creador.
El amor conyugal de Luis y Celia Martin es un puro reflejo del amor de Cristo por su Iglesia ; es también un puro reflejo del amor con el que la Iglesia ama a su esposo, Cristo. El Padre” nos ha escogido antes de la creación del mundo, para que seamos santos e irreprochables ante Él, en el amor” (Ef 1,4)
“Se han convertido en luz del mundo”
Luis y Celia dieron testimonio hasta el heroísmo de la radicalidad del compromiso evangélico de la vocación al matrimonio. No dudaron en hacerse violencia para irradiar el reino de los cielos y así se han convertido en luz del mundo, que hoy la iglesia pone sobre el candelero para que alumbre a todos los que están en la casa (Iglesia). Brillan delante de los hombres para que estos vean sus buenas obras y glorifiquen a nuestro Padre que está en los cielos. Su ejemplo de vida cristiana es como una ciudad situada en lo alto de una montaña que no puede ocultarse (cf. Mt 5,13-16)
Maestro, muéstranos tu voluntad
¿Cual es el secreto del éxito de su vida cristiana.?“Se te ha hecho saber, hombre, lo que es bueno, lo que Yahvé quiere de ti : tan sólo respetar el derecho, amar la lealtad y proceder humildemente con tu Dios.”(M 6,8)Luis y Celia procedieron humildemente con Dios en la búsqueda de la voluntad del Señor. Maestro, muéstranos tu voluntad. Luis y Celia amaron la voluntad del señor, la aceptaron sin protestar. Para estar seguros de caminar en la voluntad del Señor, se volvieron hacia la Iglesia, experta humanidad, y vivieron todos los aspectos de su vida en armonía con las enseñanzas de la Iglesia
“Dios es el primero al que hay que servir”
Para los esposos Martin,” lo que es del César es del César y lo que es de Dios es Dios” estuvo siempre muy claro. Dios es el primero al que hay que servir – decía Juana de Arco. En casa de los Martin la divisa de su hogar fue siempre : Dios, lo primero en sus vidas. La señora Martin decía con frecuencia :”Dios es el maestro. Hace lo que quiere”. El señor Martin se hacía eco repitiendo : Dios es el primero al que hay que servir. Cuando las pruebas llegaron a su hogar, su reacción espontánea fue siempre la aceptación de la voluntad divina. Sirvieron a Dios en el pobre, no por simple impulso de generosidad ni por justicia social, sino simplemente porque el pobre era Jesús. Servir al pobre es servir a Jesús, es dar a Dios lo que es de Dios ; cada vez que lo hicisteis con uno de estos pequeños que son mis hermanos, conmigo lo hicisteis (Mt 25, 34-40).
El cielo no está vacío, “está poblado de almas”
Dentro de unos momentos proclamaremos nuestra Profesión de fe que tantas veces repitieron Luis y Celia en la misa y que con tanto amor enseñaron a sus hijos. Después de haber confesado la santa Iglesia católica, el símbolo de los Apóstoles añade la Comunión de los santos.
Yo creía- escribía Teresita – sabía que hay un cielo y que ese cielo está poblado de almas que me quieren, que me miran como a una hija suya…(Ms. B). En este cielo poblado de almas podemos contar a los beatos Luis y Celia a los que, por primera vez, invocamos públicamente : Luis y Celia, rogad a Dios por nosotros. Os pido : amadnos, miradnos como a vuestros hijos, amad a la Iglesia entera, amad, sobre todo, a los padres y a sus hijos.
- Luis y Celia son un don para los esposos de todas las edades por la estima, el respeto y la armonía con la que se amaron durante 19 años. Celia escribía a Luis : “No puedo vivir sin ti, querido Luis”. Y el le respondía : “Soy tu marido y amigo que te ama para toda la vida .Vivieron las promesas de su matrimonio : la fidelidad y la indisolubilidad de su unión, la fecundidad de su amor, tanto en la alegría como en las pruebas, en la salud como en la enfermedad.
- Luis y Celia son un don para los padres. Ministros del amor y de la vida, engendraron numerosos hijos para el Señor. Entre estos hijos admiramos particularmente a Teresita, obra maestra de la gracia de Dios pero también obra maestra de su amor a la vida y a los hijos.
- Luis y Celia son un don para todos los que han perdido un cónyuge. La viudedad es siempre una condición difícil de aceptar. Luis vivió la pérdida de su mujer con fe y generosidad, prefiriendo el bien de sus hijas frente a sus gustos e inclinaciones personales.
- Luis y Celia son un don para los que afrontan la enfermedad y la muerte. Celia murió de cáncer. Luis terminó su existencia probado con una arteriosclerosis cerebral. En este mundo nuestro que busca ocultar la muerte, nos enseñan a mirarla de frente, a abandonarnos en las manos de Dios.
Modelo ejemplar de hogar misionero
En fin, doy gracias a Dios en esta 82ª Jornada Mundial de las Misiones, porque Luis y Celia fueron un ejemplo extraordinario de lo que debe ser un hogar misionero. He aquí la razón por la que el Santo Padre ha querido que fuesen beatificados en esta jornada tan querida por la Iglesia Universal, como si quisiera unir a los maestros, Luis y Celia, con la discípula ,Teresita, su hija, convertida en Patrona de las Misiones y en Doctora de la Iglesia.
Los testimonios de los hijos Martin a propósito del espíritu misionero que reinaba en su hogar son unánimes y sorprendentes :” Mis padres se interesaban mucho por la salvación de las almas…Pero la obra de apostolado más conocida entre nosotras era la de la Propagación de la Fe para la cual, cada año, mis padres hacían una hermosa ofrenda. También este celo por las almas les hacía desear con gran ardor tener un hijo misionero e hijas religiosas.
Recientemente, el cardenal Dias, prefecto de la Congregación para la Evangelización de los pueblos (Propaganda Fide) escribía : Para un discípulo de Cristo, anunciar el Evangelio no es una opción, es un mandamiento del Señor… Un cristiano debe considerarse en misión (…) para anunciar el evangelio en cada corazón, en cada casa, en cada cultura. (Conferencia de Lambeth, 23 de julio de 2008)
Deseo , mis queridos hermanos, que vuestras familias, vuestras parroquias, vuestras comunidades religiosas de Normandía, de Francia y del mundo entero…sean también hogares santos y misioneros, como lo fue el hogar de Luis y Celia Martin.
Amen