Purificación del alma y de los sentidos…
La purificación comienza por la de los sentidos mismos y continúa con la de intención, la de la memoria y la de la voluntad, que se obtiene por la fe, la única medida de Dios, la esperanza pura y el amor que levanta el alma hacia Dios…
«Doctor de teología mística o espiritual,» es uno de los más grandes poetas líricos españoles. Sus obras “La subida del Monte Carmelo”, “La Noche Oscura”, “Cántico Espiritual” y “La Llama de amor viva” muestran un camino para purificar el alma a través de la acción misteriosa del Espíritu Santo hasta la unión de amor con Dios.
La purificación comienza por la de los sentidos mismos y continúa con la de intención, la de la memoria y la de la voluntad, que se obtiene por la fe, la única medida de Dios, la esperanza pura y el amor que levanta el alma hacia Dios. ¡Sólo Dios purifica! El hombre debe cooperar en liberarse de lo que es contrario a la voluntad de Dios, y se prepara para compartir con su generosidad.
San Juan de la Cruz, campeón del Amor divino, nos exhorta a tomar el camino de la purificación de nuestro corazón y de nuestra vida para volver a encontrar la luz de Cristo más allá de nuestras oscuridades humanas. La santidad no es privilegio de unos pocos, sino que es la vocación a la que todo cristiano está llamado.
Queridos hermanos y hermanas:
San Juan de la Cruz, nacido en una familia pobre, ingresó como carmelita en Medina del Campo, siendo ordenado sacerdote al terminar sus estudios en la Universidad de Salamanca. Colaboró estrechamente con santa Teresa de Jesús en la reforma del Carmelo, lo que le supuso muchos sufrimientos, llegando incluso a ser encarcelado. Mientras se preparaba para ir a México, enfermó gravemente y murió, dando un ejemplo de serenidad y paciencia en medio de sus dolores. En sus libros, como “Subida del Monte Carmelo”, “Noche Oscura”, “Cántico Espiritual” o “Llama de amor viva”, de gran profundidad mística, nos propone un itinerario espiritual para alcanzar la santidad. Para llegar a la unión de amor con Dios hay que purificarse de todo afecto desordenado. Pero este proceso, aunque exige la colaboración del hombre, es obra de Dios, ya que el ser humano por sus propias fuerzas es incapaz de realizarlo. En cambio, mediante la fe, esperanza y caridad, se dispone a la acción de Dios, amándolo con el mismo amor con que Él lo ama.
Diciembre del 2016.