Recto concepto de liturgia católica
La liturgia es en Cristo, por Cristo y con Cristo, la grande obrera de la predestinación de los elegidos.
San Manuel González educó mucho a las almas en la participación de la liturgia. Aunque pueda sorprender, la liturgia en aquel tiempo, pese al Misal de san Pío V, el latín y la sacralidad, no era un gran modelo espiritual, y se rellenaba todo con la precisión en las ceremonias, revistiéndolo todo de devociones piadosas de los fieles, sentimentalismos, asistiendo de forma muy distraida a algo que se desarrollaba en el presbiterio, sin enterarse de nada, en silencio… Es el abandono de la liturgia y, asimismo, la dejadez al celebrar. No, la situación no era nada halagüeña. Sus escritos son muy interesantes para quien canonice ahora desde la nostalgia la liturgia anterior. Pero la liturgia es algo más que ceremonias, es Vida, es Jesucristo ofreciéndose al Padre, en culto perfecto, y la Iglesia-Esposa asociándose a Él. Es Vida, y vida espiritual completa.
“Y ruégote, al llegar aquí, lector paciente, que detengas ese gesto mohín de incredulidad o compasiva tolerancia con que empiezas a contraer tu cara al asegurarte yo cosas tan serias, como consecuencia del olvido y abandono de la santa liturgia.
Porque es el caso, y tú no me lo negarás, que, para muchos dice y significa lo mismo liturgia que etiqueteros melindres y minuciosas e incomportables ceremonias, más propios para el aparato y la tiesura exterior que para el alimento y la elevación del alma. Y ¡claro!, para los que así piensan, cosa dura ha de ser mi afirmación de atribuir al abandono de la liturgia, especialmente de la Misa, casi los mismos efectos del abandono del dogma.
No; la liturgia católica no es esa lluvia de minucias vacías que ahogan sin mojar ni refrigerar. La liturgia es la Iglesia viviendo su fe, su adoración, su amor. El culto es el cuerpo visible de la religión. Y la liturgia es su expresión, su gesto, sus modales, su palabra.
La liturgia es el dogma vivido, y metido en lo más hondo de la vida de los creyentes; enseñado auténtica, intuitiva, solemne y oficialmente; y puesto al alcance de los rudos y abriendo horizontes sin fin a los sabios humildes. Es Dios, por medio de su Cristo, llamando, acogiendo, trabajando, uniéndose al alma. Es el alma, dejándose modelar por el divino buril para poder ser hecha miembro del Cuerpo místico de Cristo. Piedra de su Iglesia. Oveja de su rebaño. Hija de Dios. Hermana del Primogénito Jesús. Participante de su vida y de su gracia y coheredera de su gloria.
La liturgia es en Cristo, por Cristo y con Cristo, la grande obrera de la predestinación de los elegidos, trabajando por conformarlos y unirlos a Él y hacerlos crecer en Él. Jesucristo, Camino, Verdad y Vida, es el arquitecto que, por los medios que la liturgia aplica, obtiene la realización de su oración sacerdotal: “Que todos sean uno”. Es el gran sacerdocio de Cristo realizado y practicado entre nosotros mientras vivamos aquí abajo…
¡Qué pena que se conozca y se quiera tan poco la liturgia! ¡Qué gloria y qué bendiciones recibirán los que, enamorados de la tradición santa y fieles a las enseñanzas de la Iglesia y de sus Pontífices, trabajan por desenterrar esos tesoros de la piedad litúrgica que la rutina, un torpe sentimentalismo y la desorientación de la piedad, sepultaron; y por presentarlos a los ojos y al corazón de los hijos de la Iglesia para que sean de nuevo conocidos, admirados, queridos y explotados!»
San Manuel González, El abandono de los Sagrarios acompañados, en O.C., Vol. I, nn. 174-176.