Para las almas piadosas

26 de marzo de 2012 Desactivado Por Regnumdei
EL SECRETO ADMIRABLE DEL SANTO ROSARIO 
San Luis María Grignion de Montfort
 Almas piadosas e iluminadas por el Espíritu Santo, ciertamente no llevarán a mal que les ofrezca un pequeño rosal místico bajado del Cielo, para que lo planten en el jardín de sus almas. En nada perjudicará a las flores olorosas de su contemplación. Es muy perfumado y totalmente divino. No perturbará en lo más mínimo el orden de su jardín. Es muy puro y muy ordenado y todo lo encamina al orden y a la pureza. Alcanza una altura tan prodigiosa y de tan dilatada extensión, si se le riega y cultiva todos los días como conviene, que no sólo no estorbará a las demás devociones, sino que las conserva y perfecciona. ¡Ustedes, que son almas espirituales, me comprenden claramente! Jesús y María con su vida, muerte y eternidad constituyen este rosal.
6) Las hojas verdes de este rosal místico representan los misterios gozosos de Jesús y de María. Las espinas, los dolorosos. Y las flores, los gloriosos. Los capullos son la infancia de Jesús y de María, las rosas entreabiertas representan a Jesús y María en sus dolores. Y las totalmente abiertas muestran a Jesús y María en su gloria y en su triunfo.
La rosa alegra con su hermosura: ahí están Jesús y María en los misterios gozosos. Punza con sus espinas: ahí están Jesús y María en los misterios dolorosos. Regocija con la suavidad de su perfume: ahí están Jesús y María en los misterios gloriosos.
No desprecien, pues, mi rosal alegre y maravilloso. Siémbrenlo en su alma, tomando la resolución de rezar el Rosario. Cultívenlo y riéguenlo, recitándolo fielmente todos los días y obrando el bien. Contemplarán cómo el grano que ahora parece tan pequeño, se convertirá con el tiempo en un gran árbol en el que las aves del Cielo, es decir las almas predestinadas y elevadas en contemplación, pondrán su nido y morada para guarecerse a la sombra de sus hojas de los ardores del sol, preservarse en su altura de las fieras de la tierra y, finalmente, alimentarse con la delicadeza de su fruto, que no es otro que el adorable Jesús, a quien sea el honor y la gloria por la eternidad. Amén.