“No son los sanos…sino los enfermos"

6 de febrero de 2012 Desactivado Por Regnumdei
 Durante el Rezo Mariano del Ángelus Domini, y con motivo de la trigésima cuarta Jornada Nacional por la Vida promovida por la Conferencia Episcopal italiana Benedicto XVI se refirió a la enfermedad como oportunidad de acercamiento explicando que “la enfermedad puede ser un momento saludable en el cual se puede experimentar la atención de los demás y brindar atención a los demás”.
El Sucesor de Pedro en su alocución dominical citando la liturgia del día recordó que, “las enfermedades son un signo de la acción del Mal en el mundo y en el hombre, mientras las sanaciones demuestran que el Reino de Dios está cerca porque Jesucristo ha venido a derrotar el Mal desde la raíz, y las curaciones son una anticipación de su victoria, obtenida con su Muerte y Resurrección”.
Asimismo aludió a la próxima celebración de la Jornada Mundial del Enfermo, el próximo 11 de febrero en la fiesta litúrgica de Nuestra Señora de Lourdes, para invitarnos a presentar a Él a todos los enfermos, confiados en que Él quiere y puede sanarlos pero también a invocar la intercesión de la Santísima Virgen, especialmente para las situaciones de mayor sufrimiento y abandono. 
Tras el rezo mariano del Ángelus, Benedicto XVI recordó la celebración en toda Italia de la Jornada por la Vida promovida por la Conferencia Episcopal bajo el tema “Jóvenes abiertos a la Vida” y citamos las palabras del Papa: “Me uno a los Pastores de la Iglesia en Italia cuando afirman que la verdadera juventud se realiza en la acogida, en el amor y en el servicio a la vida”. 
En efecto, en la Plaza de San Pedro estaban presentes jóvenes estudiantes de la facultad de Medicina y Cirugía de la Universidad de Roma, y estudiantes de otras facultades de Ginecología y Obstetricia a quienes dirigió un saludo particular. 

(Audio) RealAudioMP3

TEXTO MENSAJE DEL PAPA ANTES DEL REZO DEL ÁNGELUS:

¡Queridos hermanos y hermanas!

El Evangelio de este domingo nos presenta a Jesús que alivia a los enfermos: primero a la suegra de Simón Pedro, que estaba en cama con fiebre y Él, tomándola de la mano, la alivia y la hace levantar; luego todos los enfermos de Cafarnaúm, probados en el cuerpo, en la mente y en el espíritu, y Él “curó a muchos… y expulsó a muchos demonios” (Mc 1,34). Los cuatro Evangelistas están de acuerdo en testimoniar que la liberación de dolencias y enfermedades de todo género constituyó, junto con la predicación, la principal actividad de Jesús en su vida pública. En efecto, las enfermedades son un signo de la acción del Mal en el mundo y en el hombre, mientras las sanaciones demuestran que el Reino de Dios está cerca. Jesucristo ha venido a derrotar el Mal desde la raíz, y las curaciones son una anticipación de su victoria, obtenida con su Muerte y Resurrección.

Un día Jesús dijo: “No son los sanos los que tienen necesidad del médico, sino los enfermos” (Mc 2,17). En aquella circunstancia se refería a los pecadores, que Él vino a llamar y a salvar. Permanece como verdad que la enfermedad es una condición típicamente humana, en la que experimentamos fuertemente que no somos autosuficientes, sino que tenemos necesidad de los demás. En este sentido paradójicamente podemos decir que ¡la enfermedad puede ser un momento saludable en el cual se puede experimentar la atención de los demás y brindar atención a los demás!

Sin embargo, ésta es siempre una prueba que puede hacerse larga y difícil. Cuando la sanación no llega y los sufrimientos se prolongan, podemos permanecer como aplastados, aislados, y entonces nuestra existencia se deprime y se deshumaniza. ¿Cómo debemos reaccionar a este ataque del Mal? Ciertamente con los cuidados apropiados – la medicina en estas décadas ha cumplido pasos de gigante – pero la Palabra de Dios nos enseña que existe una actitud decisiva y de fondo con la cual afrontar la enfermedad y es aquella de la fe. Jesús lo repite siempre a las personas que alivia: Tu fe te ha salvado (cfr Mc 5,34.36). Inclusive de frente a la muerte, la fe puede hacer posible aquello que humanamente es imposible. ¿Pero la fe en qué cosa? En el amor de Dios. Esta es la verdadera respuesta, que derrota radicalmente el Mal.

 Así como Jesús ha afrontado al Maligno con la fuerza del amor que le venía del Padre, también nosotros podemos afrontar y vencer la prueba de la enfermedad teniendo el corazón sumergido en el amor de Dios. Todos conocemos personas que han soportado sufrimientos terribles porque Dios las proveía de una serenidad profunda. Pienso en el reciente ejemplo de la Beata Chiara Badano, truncada en la flor de su juventud por un mal sin tregua: ¡cuantos iban a visitarla, recibían de ella luz y confianza! Sin embargo, en la enfermedad, todos tenemos necesidad de calor humano: para confortar a una persona enferma, más que las palabras, cuenta la cercanía sincera.

Queridos amigos, el próximo sábado 11 de febrero, memoria de la Bienaventurada Virgen María de Lourdes, es la Jornada Mundial del Enfermo. Hagamos también nosotros como la gente de los tiempos de Jesús: espiritualmente presentémosle a Él a todos los enfermos, confiados en que Él quiere y puede sanarlos. E invoquemos la intercesión de la Santísima Virgen, especialmente para las situaciones de mayor sufrimiento y abandono. ¡María Salud de los enfermos, ruega por nosotros!

TEXTO DE LA ALOCUCIÓN DEL PAPA DESPUÉS DEL REZO MARIANO DEL ANGELUS

Hoy en Italia se celebra la Jornada por la Vida, iniciada para defender la vida naciente y sucesivamente hecha extensiva a todas las fases y las condiciones de la existencia humana. Este año el Mensaje de los Obispos propone el tema: “Jóvenes abiertos a la vida”. Me uno a los Pastores de la Iglesia en Italia cuando afirman que la verdadera juventud se realiza en la acogida, en el amor y en el servicio a la vida. Me alegro por el encuentro promovido ayer en Roma por las Escuelas de Obstetricia y Ginecología de las Universidades romanas para reflexionar sobre la “Promoción y tutela de la vida humana naciente”, y saludo de corazón a Mons. Lorenzo Leuzzi, a los docentes y a los jóvenes presentes hoy en la Plaza de San Pedro.